domingo, 3 de octubre de 2010

NUNCA LLUEVE A GUSTO DE TODOS

Hay días cabrones y hoy es uno de ellos. La lluvia, el frío y el viento, han aparecido por estos parajes en el momento más inoportuno. Después de meses sin llover, tiene que ser precisamente hoy, en plenas fiestas de San Froilán, cuando se haga presente desluciendo todos los festejos callejeros programados, entre ellos el desfile de las Cantaderas, los carros engalanados y los Pendones.

Así que a mal tiempo buena cara y refugiados en algún que otro bar del Barrio Húmedo, que hoy estaba más húmedo que nunca, nos resarcimos del cabreo tomando unos vinos con sus correspondientes tapas, para después de comer echarnos una cabezada sobrada y más tarde refugiarnos en el ciberespacio.



Al parecer fue éste San Froilán, patrono de la Diócesis de León y cuya festividad se celebra el próximo día 5, nacido en Lugo en el año 833, un estudiante que a los 18 años decidió convertirse en ermitaño retirándose a una gruta en Reitelán, en Vega de Valcarce, en el Bierzo, mientras estallan las revueltas mozárabes en la España musulmana.

Para liberarse de la soledad se sometió a una prueba de fuego. Si Dios suspendía las leyes, era señal evidente de su voluntad divina: Froilán introdujo unas brasas encendidas en su boca. El fuego no le causó la más mínima quemadura. Dios había hablado. De los montes se lanzó a los poblados a propagar entre los hombres otro fuego que le ardía dentro.

A lo largo de los años, su vida se ve marcada por diferentes acontecimientos que irán forjando poco a poco su destino, tal vez uno de los más importantes conocer al sacerdote mozárabe de Tarazona, Atilano, con el cual emprenderá una vida monacal y de reforma de la vida eremítica, con ánimo de atender únicamente a su perfección y a la unión con Dios. Se retiran a lo más quebrado de las montañas leonesas, el monte Cucurrino (hoy conocido como monte Curueño.

Pero los pueblos en masa le seguían a su celda solitaria. Con las muchedumbres iban magnates y obispos que anhelaban oír su palabra. Entre sus oyentes se despertaron numerosos seguidores cautivados por sus ejemplos. Ante los ruegos insistentes se ve forzado a bajar a la ciudad de Veseo. Allí erige su primer monasterio, que llenará pronto con 300 monjes. Es el comienzo de una nueva etapa: fundador de cenobios.

Su fama salta los montes de León y llega a oídos de Alfonso III, en Oviedo la capital. El rey le envía mensajeros ordenándole venir a su corte. Se fija en él para la gigantesca obra de repoblación que había comenzado su padre, Ordoño I. Froilán puso en juego de nuevo su capacidad de iniciativa y se dio a recorrer las tierras del reino. Su beligerante actitud le llevó a fundar dos grandes monasterios cerca de la frontera, a pocos kilómetros de Zamora.

En el año 900, muere el obispo de León, Vicente, y el pueblo pide al rey que sea Froilán el nuevo obispo. Fue nombrado obispo en el día de Pentecostés (19 de mayo) del 900; ese mismo día recibía también la consagración episcopal para ser Obispo de Zamora su inseparable y santo amigo Atilano.

La Iglesia de León, que estaba dedicada, según una donación de la época, a los señores, santos, gloriosos y, después de Dios, fortísimos patronos Santa María Virgen, Reina celeste, y San Cipriano, obispo y mártir, recibía ahora clamorosamente por obispo al que había de ser su patrón hasta el día de hoy. Los ceremoniales fueron presenciados por el rey y toda la corte del momento, lo que da una idea de la importancia de la figura de San Froilán en la época.

Cinco años después muere en León, el 5 de octubre, y es enterrado en la Catedral de León o antigua iglesia de Santa María, en un suntuoso sepulcro construido para sí por Alfonso III. Las crónicas cuentan que los devotos vecinos de León lloraron amargamente la falta de su Santo pastor Froilán….

Cuenta la tradición que, el representar al santo patrón en compañía de un lobo podría deberse a un encuentro que tuvo con uno de ellos en una de sus múltiples peregrinajes. Dicen que estando san Froilán una mañana rezando y absorto en sus oraciones, se le apareció un lobo hambriento que vio en el asno del santo un apetitoso almuerzo. Abalanzándose sobre él, comenzó a devorarlo momento en el que lo encontró el Santo, que con su mirada dejó al lobo acurrucado y temeroso, mientras le hablaba de amor y paz. Así fue como San Froilán consiguió quitarle al lobo el miedo al hombre y al fuego, tomándolo a su servicio para llevarle por el mundo las alforjas. Desde entonces, el lobo caminó siempre a su lado, arrimado a su pierna derecha.

La Fiesta de Las Cantaderas conmemora la victoria cristiana en la Batalla de Clavijo y la liberación del legendario tributo de las “ cien doncellas”, que los reyes asturleoneses venían pagando anualmente a los califas musulmanes. Existen referencias escritas de esta celebración desde del siglo XVI, situando la fecha en el 14 de agosto (fechas coincidentes con la Asunción de la Virgen, el día 15 de agosto). La celebración de Las Cantaderas ha sido trasladada al domingo anterior al 5 de octubre, celebración de la fiesta de San Froilán.

La ceremonia actual trata de emular a la de entonces: jóvenes ricamente ataviadas a la usanza medieval bailan al ritmo marcado por la “sotadera“, -mujer mora que debía instruirlas en las costumbres musulmana- avanzando desde la plaza del Ayuntamiento hasta la Catedral. Tras el grupo de jovenes, la Corporación Municipal marcha entre maceros de honor, encargada de hacer una ofrenda a la Virgen.







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